LOS SECANOS ESPAÑOLES (Y LAS MÁS ÁRIDAS REGIONES, COMO MURCIA), PARA EL GOLF

¡Tiembla, Tiger Woods, devuelve todos los trofeos, rompe el hierro 9 y ponte a servir menús whopper en esta república bananera tipo Burger King con extra de charanga y pandereta que hoy soñamos! ¡Arrepiéntete de tus pecados porque llega Pascual Duarte, alentado por su familia (que Dios tenga, al completo, en su seno), para coronarse con el U.S. PGA de este año, y con el Open Británico y el U.S. Open y la Copa Grand Slam y el Masters de Augusta! A bocajarro, como gusta él de hacer las cosas. Quiere ser golfista del año por la revista Sports Illustrated. Pero golfista con ge de golfo, no confundamos; impío y cruel, sin remordimientos de conciencia. Con la metodología del odio de una alimaña. Directo a ese grand slam que es morir ejecutado a garrote vil. Aperos en vez de palos. Botijos por bebidas isotónicas. El persistente cricricri de las chicharras. Esto es España. La tremebunda España, Tiger. Nación de naciones donde la II República es el fantasma de una vieja que pasea, ida, por los campos (de golf) de Castilla. Campo, campo, campo, entre los olivos… hago ¡zas! y aparece un cadáver maquillado con sangre «oscura y pegajosa», envasada por Max Factor; la de Chispa, la perrilla perdiguera a la que Pascual mató por no poder soportar, de repente, su mirada. Se oye ¡boum! y el fiambre incorrupto de una República, a sus 75 primaveras, se echa al monte para llegar tan alto como la hawaiana Michelle Wie. Sueña despierta. Con el mediodía a punto de reventar. Lo daría todo por tener 16 años y un drive de campeona. O por que le den (billete) al espectro soporífero y cetrino de don Alfonso XIII.

David Benedicte

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